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martes, 12 de octubre de 2010


Llegó la hora de vivir.

Nadie nos damos cuenta de la sonrisa que forma nuestro rostro cuando vemos amanecer o cuando vemos llover sin parar sobre un prado. Os sonará a un gran tópico, pero una vez más, es la realidad; las pequeñas cosas nos hacen felices, nos hacen darnos cuenta que la sonrisa se crea con las cosas más simples de la vida.
Ese instante de felicidad inmensa se nos trunca a menudo por detalles a los que llamamos problemas, incrementando así la importancia que en verdad tienen. La pareja, los hijos quizá, familiares, el trabajo o el simple agobio de sacar la vida tan adelante como se espera de nosotros, no nos deja ver lo felices que somos en la realidad.
En ocasiones, solos, pensamos las cosas que nos ocurren y una sonrisa se forma en nuestro rostro al recordar el sonido de la risa de aquel amigo o las emociones que sentiste para llorar de felicidad aquella noche.
No sonreímos por pensar en nuestro futuro coche, en nuestra casa soñada o nuestro trabajo ideal. Lo que de verdad deseamos es sonreír, soñar, llorar, sentir, hablar, vivir. Aprovechemos cada momento y cada sensación que nos brinda la vida. Llegó la hora de vivir.

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